Cultura

Reseña sobre: Telemática. Reflexiones de una adicta digital, de Gladys Mendía | Izaskun Gracia Quintana

 

Telemática. Reflexiones de una adicta digital

Gladys Mendía

LP5 Editora.

Fox Island, WA, USA.

114 páginas

 

Existen poemarios que son una declaración de principios o que gritan nuestros sueños al viento; los hay que hablan de todo lo que se encuentra entre la fantasía con la que soñamos y la verdad que nos ofrece el mundo, y otros que son faros en la niebla, que nos ponen en guardia ante lo que aparentamos no ver. Esta obra de Gladys Mendía pertenece a este último grupo. 

 

Caracterizados por un lenguaje sobrio y un estilo sencillo, directo y —sobre todo— certero, los poemas de Telemática nos ofrecen, a partir de la confesión inicial de su autora (soy adicta a los dispositivos tecnológicos), una visión cruda y realista de la sociedad que estamos construyendo. 

 

No en vano, denuncia Mendía, ya no es suficiente existir para estar en el mundo, sino que hay que ser virtualmente. Debemos estar presentes en toda red (a)social, cualquiera que sea su finalidad (hacer amigos, encontrar una pareja, encontrar trabajo, enseñar nuestro arte…), debemos mostrarnos ante los ojos críticos y aburridos de tanto dato de los demás y esperar el juicio del like, del clic que nos dará la inmortalidad. Porque no nos equivoquemos: nuestros nombres no se grabarán en las mentes ni en los libros de texto de los que vendrán detrás de nosotros. Nuestros nombres (o nuestros nicknames, o cualquiera que sea la careta tras la que nos mostramos ante nuestro público virtual) gozarán de la eternidad (temporal, eso sí, pues nunca la eternidad duró tan poco) en un universo virtual del que no escaparemos aun cuando queramos (elimina nuestro Facebook para siempre).

 

Denuncia Mendía una generación perdida que ha convertido su hogar (el último reducto de privacidad, el último refugio, el lugar en el que podemos —y deberíamos— mostrarnos tal como somos) en una oficina, en un escenario más para esa vida de cara a la galería en la que consumimos sustitutos baratos de todo lo que importa mientras el agobio, la tensión, la presión, la falta de tiempo, la explotación y el stress se convierten en la prueba de que lo estamos haciendo bien, de que no nos quedamos fuera (Solo puedo acelerar / Ser multitasking / Dar un sentido a mi teleexistencia).

 

Porque, al final, quizá se trate de eso: en un mundo en el que la mejor ficción la escribe quien debería hablar de lo tangible, quien debería afianzar los pilares de nuestra generación, quizá sea ésta la única manera (al menos, la única que se nos ofrece y con la que se nos machaca desde todos los frentes) de sentirnos parte de algo que no nos quiere. Que nos necesita, sí, cual combustible para esta rueda de virtualismos telemáticos en los que nos esforzamos por mostrar que hemos visto, comprado, comido, escuchado, sentido lo mismo, lo que se espera, lo que traza esta imagen que la ausencia de Wifi deja huérfana y en suspenso, que cada vez quiere decir menos porque cada vez exige más.

 

Uno de los aciertos de este poemario es que la autora no pretende convencernos de nada. No enarbola sus poemas como si fueran enseñanzas o mandamientos, sino que nos los ofrece como un espejo en el que mirarnos, como apuntes autobiográficos en los que reconocernos y, sobre todo, como una invitación a reflexionar, a echar un vistazo alrededor y al interior de nosotros mismos, y decidir con pleno conocimiento si todo esto es realmente lo que queremos o necesitamos. O si de verdad esto es lo que somos.

 

Izaskun Gracia Quintana

Berlín, enero de 2021

 

Izaskun Gracia Quintana (Bilbao, 1977) es licenciada en Filología Vasca. Fue editora y cofundadora de la editorial de poesía Masmédula y actualmente trabaja como diseñadora gráfica y traductora, además de escribir artículos y crítica literaria para diversos medios.

 

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