Carlos Barbarito



fotografia de Liliana Gelman, “Taller del pintor argentino Marcelo Lo Pinto”
Hoy, en una hora que sucedió…
 
(a Paula Novoa)
Hoy, en una hora que sucedió hace mucho,
en un momento del que nada ni nadie se apiada,
mientras llueve una lluvia sin virtud, sin dominio;
un vaso se vuelca, derrama un líquido invaluable,
se corta justo a la mitad cuanto funde a la vida
con lo que colma el plato, desde ahora para siempre perdido.
Nada basta, en adelante. Nada sacia
el apetito del muslo, los astros.
Y el silencio se curva, el sonido se expande
más allá de lo que alcanza el diapasón,
cuerpo sobre cuerpo en la áspera madrugada:
¿qué se amputa cuando no hay remedio?
¿Qué se hunde cuando las agujas dejan de tejer?
¿Qué se esconde debajo del grito último,
el apresurado remiendo, cuando ya no sirve la palabra?
San Miguel, setiembre 15, 2015.
De pronto, un tono disonante…
De pronto, un tono disonante
en la hasta ahora plácida música de la mañana;
ahora, el sol nace a la izquierda
y es más próxima la Luna que la Tierra.
Por fin, nos preguntamos los unos a los otros:
¿de qué formamos parte? – y la luz
se esconde en un ángulo del ojo,
ilumina sólo una fracción, un costado,
del invierno apenas un montón de ramas secas,
del verano sólo una cáscara abandonada,
sin el fruto. ¿De la vida,
una inacabada colección filatélica,
una palabra a medias desflorada?
Pero era preciso, urgía,
era necesario; aunque señalemos
el cielo y el horizonte,
busquemos una razón,
hagamos grandes angustiados ademanes:
porque por fin algo desgarró
el cerrado tejido de la mente,
nos trajo al fin el golpe de la piedra contra el vidrio,
añicos en el aire de la mañana.